El aumento de la temperatura global de la Tierra en el holoceno coincidió con un incremento notable de las precipitaciones.
Las lluvias aportaron la humedad necesaria para la regeneración vegetal en el centro y norte del continente.
El crecimiento de la masa forestal supuso grandes
cambios en las poblaciones animales.
Las macroespecies habituadas a los
ambientes glaciares se extinguieron, mientras que la regeneración de la
vegetación en sus diversas variantes (praderas, estepas arboladas, bosques
mixtos-caducifolios, bosques mediterráneos), permitió la expansión de animales
con hábitos forestales, como ciervos, corzos y jabalíes, que carecen de hábitos
migratorios y gustan de una territorialidad impropia de las antiguas manadas de
renos.
Ello supuso el aislamiento físico de
determinadas regiones de la Tierra.
De la llamada isla de Sahul (o “gran
Australia”) se separaron la isla de Nueva Guinea, por el norte y Tasmania, por
el sur.
La Beringia, brazo de tierra que conectaba el oriente siberiano con
Alaska, y por tanto Eurasia y América, desapareció, formando el mar de Bering.
Inglaterra
quedó aislada de Alemania tras la inundación de las llanuras de Doggerland.
Las grandes llanuras litorales o prelitorales
quedaron cubiertas de agua.
Necesariamente, esta subida del nivel obligó a las
poblaciones establecidas en la costa a emigrar hacia el interior.
El nuevo orden natural impuso nuevos ritmos de
vida, con imprevistos y limitaciones desconocidos en los tiempos glaciares, que
requerían nuevas estrategias de adaptación.
En términos generales, se habla del Mesolítico
como un período de transición desde el Paleolítico hacia las sociedades productoras, con nuevos
elementos tecnológicos, o Neolítico.
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