La evolución del Australopithecus hacia formas
robustas o Paranthropus, ocurrió como proceso de adaptación a un nuevo régimen
alimentario basado en la especialización en el consumo de frutos y semillas más
duros y secos. Era el resultado adaptativo a un nuevo proceso de aridez
progresiva que se produjo entre hace 3 y 2 millones de años, como consecuencia
de un cambio climático global de la Tierra, producido por la alteración de las
corrientes marinas debido al choque de los continentes sudamericano y
norteamericano. Tal proceso de sequía y aridez afectó con más intensidad el
paisaje, ya semideforestado, del este africano, lo que conllevó la aparición
definitiva de la sabana que conocemos actualmente. Las formas robustas de
Australopithecus han de considerarse como una adaptación a ese nuevo entorno
mediante la especialización para explotar los recursos alimentarios más abundantes
en este nuevo paisaje.
Pero no todos los grupos de homínidos
reaccionaron del mismo modo ante el cambio ecológico del este de África. Algunos
individuos debieron adaptarse mediante estrategias generalistas en vez de
recurrir a la especialización, y lo hicieron incorporando a su dieta nuevos
recursos alimentarios, como fueron los de origen animal. La carne es un
alimento de mucha más calidad que los recursos vegetales, en tanto que hay una
mayor concentración de nutrientes en menor volumen. La ingesta de menor
cantidad de alimento, debido a la mejor calidad, supuso poder ahorrar energía
invertida en el proceso digestivo (la digestión es una actividad
energéticamente muy costosa), que podría aprovecharse para otros órganos
corporales como el cerebro (órgano también muy costoso).
Como la obtención de recursos alimentarios de
origen animal supone mayor organización y cooperación social, el consumo de
carne facilitaba seleccionar cerebros más grandes. A su vez, estos individuos
más inteligentes eran más efectivos en los mecanismos de obtención de la carne.
Este proceso facilitó la aparición de un nuevo homínido, resultante de la
evolución de alguna de las anteriores especies gráciles que aumentó
sustancialmente el índice cefálico. Se trata de Homo habilis, primera
especie reconocida en el linaje humano perteneciente a nuestro propio género
(Homo).
Entre los años 1959-1960 se dieron las
primeras evidencias de Homo habilis, cuando L.S.B. Leakey descubrió, en el este
africano, restos de un homínido asociado a la industria lítica, siendo
precisamente esta asociación la que llevó a la definición de la nueva especie y
atribuirlo al género Homo.
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